Papa Francisco ha logrado que toda la
Iglesia vuelva a pensar en la familia
"La familia atraviesa una crisis cultural profunda, como todas las comunidades y vínculos sociales. En el caso de la familia, la fragilidad de los vínculos se vuelve especialmente grave porque se trata de la célula básica de la sociedad, el lugar donde se aprende a convivir en la diferencia y a pertenecer a otros, y donde los padres transmiten la fe a sus hijos. El matrimonio tiende a ser visto como una mera forma de gratificación afectiva que puede constituirse de cualquier manera y modificarse de acuerdo con la sensibilidad de cada uno. Pero el aporte indispensable del matrimonio a la sociedad supera el nivel de la emotividad y el de las necesidades circunstanciales de la pareja" (EG 66).
La cita con la que se abre este libro constituye una expresión sintética de un diagnóstico y de una preocupación que el papa Francisco no se ha cansado de señalar en sus ya dos años de pontificado. Tampoco se ha cansado de recordar, más allá de las dificultades, la belleza de la familia y de la vocación matrimonial. Las catequesis que está impartiendo durante este año con ocasión de las audiencias generales de los miércoles son un claro testimonio.
Por todo ello, bien puede decirse que entre las preocupaciones pastorales del papa, el matrimonio y la familia se encuentran en las primeras posiciones.
Prueba de ello es que Francisco no se ha contentado con señalar lo preocupante de la situación, sino que, desde el principio, puede decirse que ha "movilizado" a toda la comunidad eclesial en la búsqueda de soluciones, canalizando la mayoría de los esfuerzos - aunque no todos - a través de la celebración de dos asambleas del Sínodo de los Obispos.
Estas asambleas, como se sabe, han suscitado un inusitado interés tanto dentro como fuera de la Iglesia. Difícilmente se recuerda en los tiempos más recientes un debate tan vivo y una participación tan amplia. A dicha respuesta no parece ajena la voluntad del Papa que, reiteradamente, ha señalado la importancia de no tener miedo a expresar los propios puntos de vista en el seno de la comunidad eclesial, que es eso, misterio de comunión en la fe, los sacramentos y la disciplina.
Lógicamente, hablar de resultado sería impropio cuando la reflexión y las propuestas se encuentran todavía lejos de su conclusión y la segunda de las asambleas sinodales todavía permanece a la distancia de meses. Sin embargo, algunos frutos empiezan a percibirse ya.
El primero, que la reflexión sobre la familia está ocupando a toda la Iglesia, arrojando el resultado de abundantes publicaciones, propuestas y debates, cuyos contenidos concretos podrán servir a la próxima asamblea sinodal y, en último término, serán discernidos por el mismo Papa (cfr. Francisco, Discurso de clausura de la Asamblea extraordinaria del Sínodo de los Obispos, 18-10-2014).
Junto al acierto indudable de volver a poner el matrimonio y familia en el centro mismo de la solicitud pastoral de la Iglesia, a Francisco pueden atribuírsele otros dos aciertos igualmente importantes.
El primero queda gráficamente expresado en la imagen del «hospital de campaña» como descripción certera de lo que está llamado a ser la Iglesia en nuestro mundo. Aplicada al matrimonio y a la familia significa atreverse a poner en primer plano tanto las dificultades concretas que atraviesan quienes contraen matrimonio, como las percibidas por los distintos agentes de pastoral familiar cuando anuncian y testimonian el «evangelio de la familia» en una sociedad tantas veces lejana a los valores más genuinamente humanos y ciertamente cristianos.
Significa, además, reconocerse como depositarios de una «capacidad de curar» las heridas del corazón del hombre. La reflexión sobre la situación del matrimonio y de la familia está, en efecto, permitiendo volver a tomar conciencia de la fuerza sanadora de la Palabra de Dios y de los sacramentos, así como de la belleza y adecuación de la vocación matrimonial con la dignidad de la persona. En este «hospital» que es la Iglesia, la primacía de la gracia, que otorga al hombre sus posibilidades más reales, resulta la medicina fundamental. Por ello, la Iglesia no se contenta con anunciar ideales, abandonando al hombre en su tarea de alcanzarlos o no, sino que, como su Maestro y Señor, se pone junto al hombre concreto, ofreciéndole la ayuda necesaria para que lo «ideal» se transforme en «real y posible» encarnándolo en la propia vida.
Fuente: aleteia.org
Publicado por: ORevette 13/06/2015 9:28am
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