jueves, 1 de noviembre de 2018

Catequesis del Papa Francisco sobre la fidelidad en el matrimonio


En la Audiencia General del miércoles 31 de octubre 2018, el Papa Francisco reflexionó sobre el valor de la fidelidad en el matrimonio.
A partir del 6º Mandamiento del Decálogo, “No cometerás adulterio”, el Santo Padre reflexionó sobre la belleza de la afectividad humana: “Nuestra dimensión afectiva es una llamada al amor que se manifiesta en la fidelidad, en la acogida y en la misericordia”, afirmó.
A continuación, la catequesis del Papa Francisco:
Queridos hermanos y hermanas, ¡buenos días!
Hoy me gustaría completar la catequesis sobre la Sexta Palabra del Decálogo - "No cometerás adulterio"- destacando que el amor fiel de Cristo es la luz para vivir la belleza de la afectividad humana. Efectivamente, nuestra dimensión emocional es una llamada al amor, que se manifiesta con la fidelidad, la acogida y la misericordia. Esto es muy importante. ¿Cómo se manifiesta el amor? Con la fidelidad, la acogida y la misericordia.
Sin embargo, no se debe olvidar que este mandamiento se refiere explícitamente a la fidelidad matrimonial y, por lo tanto, es bueno reflexionar más profundamente sobre su significado conyugal. ¡Este pasaje de las Escrituras, este pasaje de la Carta de San Pablo, es revolucionario! Pensar, con la antropología de ese tiempo, y decir que el esposo debe amar a su esposa como Cristo ama a la Iglesia: ¡pero es una revolución! Quizás, en aquel tiempo, es lo más revolucionario que se ha dicho sobre el matrimonio. Siempre en el camino del amor. Podemos preguntarnos: este mandato de fidelidad, ¿a quién está destinado? ¿Solo a los esposos? En realidad, este mandato es para todos, es una paterna Palabra de Dios dirigida a cada hombre y mujer.
Recordemos que el camino de la madurez humana es el camino mismo del amor que va del recibir cuidados a la capacidad de prestarlos, desde recibir la vida hasta la capacidad de dar vida.
Convertirse en hombres y mujeres adultos significa llegar a vivir la actitud conyugal y paternal, que se manifiesta en las diversas situaciones de la vida como la capacidad de asumir el peso de otra persona y amarla sin ambigüedad. Por lo tanto, es una actitud global de la persona que sabe asumir la realidad y entablar una relación profunda con los demás.
¿Quién es entonces el adúltero, el lujurioso, el infiel? Es una persona inmadura, que se guarda su propia vida e interpreta las situaciones según su propio bienestar y satisfacción. Así, para casarse, ¡no es suficiente celebrar la boda! Necesitamos hacer un camino del "yo" al "nosotros", del pensar solo a pensar en dos, de vivir solos a vivir en dos: es un camino hermoso, es un camino hermoso. Cuando llegamos a descentralizarnos, entonces todo acto es conyugal: trabajamos, hablamos, decidimos, encontramos a otros con una actitud acogedora y oblativa.
Toda vocación cristiana, en este sentido, -ahora podemos ampliar un poco la perspectiva y decir que toda vocación cristiana, en este sentido-, es conyugal. El sacerdocio lo es porque es la llamada, en Cristo y en la Iglesia, a servir a la comunidad con todo el afecto, el cuidado concreto y la sabiduría que el Señor da. La Iglesia no necesita aspirantes al papel de sacerdotes, - no, no sirven, mejor que se queden en casa- sino que le sirven a hombres a quienes el Espíritu Santo toca el corazón con un amor incondicional por la Esposa de Cristo. En el sacerdocio se ama al pueblo de Dios con toda la paternidad, la ternura y la fuerza de un esposo y de un padre. Así también, la virginidad consagrada en Cristo se vive con fidelidad y alegría como una relación conyugal y fecunda de maternidad y la paternidad.
Repito: toda vocación cristiana es conyugal, porque es fruto del vínculo de amor en el que todos somos regenerados, el vínculo de amor con Cristo, como nos ha recordado el pasaje de san Pablo leído al principio. Partiendo de su fidelidad, de su ternura, de su generosidad, miramos con fe al matrimonio y a cada vocación, y entendemos el significado completo de la sexualidad.
La criatura humana, en su inseparable unidad de espíritu y cuerpo, y en su polaridad masculina y femenina, es una realidad muy buena, destinada a amar y ser amada. El cuerpo humano no es un instrumento de placer, sino el lugar de nuestra llamada al amor, y en el amor auténtico no hay espacio para la lujuria y para su superficialidad. ¡Los hombres y las mujeres merecen más que esto! Por lo tanto, la Palabra "No cometerás adulterio", aunque sea en forma negativa, nos orienta a nuestra llamada original, es decir, al amor conyugal pleno y fiel, que Jesucristo nos ha revelado y nos ha dado (cf. Rom 12: 1).
Fuente: AciPrensa 31-10-2018 / Publicado: ORevette 01-11-2018

viernes, 26 de octubre de 2018

Papa Francisco ofrece 3 consejos para cuidar el matrimonio



El Papa Francisco volvió a saludar a los fieles que lo esperan cada tarde ante el balcón del Arzobispado de Cracovia y compartió tres consejos para cuidar y proteger el matrimonio.
El Papa explicó que quien se casa lo hace porque tiene el “coraje” para hacerlo y alentó a los que ya tienen tiempo de casados, a los que recién lo han hecho y los que se preparan para el matrimonio, a considerar tres “palabras”: permiso, gracias y perdón.
A continuación el texto completo de las palabras del Santo Padre en castellano:
Me dicen que hay muchos de ustedes que entienden el castellano, así que voy a hablar en castellano. También me dicen que hoy hay un buen grupo acá en esta plaza de recién casados y jóvenes esposos.
Yo cuando encuentro a uno que se casa, a un joven que se casa, a una chica que se casa, les digo estos son los que tienen coraje porque no es fácil formar una familia, no es fácil comprometer la vida para siempre, hay que tener coraje y los felicito porque ustedes tienen coraje.
A veces me preguntan cómo hacer para que la familia vaya siempre adelante y supere las dificultades. Yo les sugiero que practique siempre tres palabras, tres palabras que expresan tres actitudes: tres palabras que los pueden ayudar a vivir la vida del matrimonio porque en la vida del matrimonio hay dificultades.
El matrimonio es algo tan lindo, tan hermoso, que tenemos que cuidarlo porque es para siempre y las tres palabras son: permiso, gracias y perdón.
1.- Permiso: Siempre preguntar al cónyuge, la mujer al marido y el marido a la mujer: ¿Qué te parece, te parece que hagamos esto? Nunca atropellar, permiso.
2- Segunda palabra: ser agradecidos: Cuántas veces el marido le tiene que decir a la mujer, gracias; y cuántas veces la esposa le tienen que decir al marido, gracias. Agradecerse mutuamente porque el sacramento del matrimonio se lo confieren los esposos, el uno al otro. Y esta relación sacramental se mantiene con este sentimiento de gratitud, gracias.
3.- La tercera palabra es perdón: Es una palabra muy difícil de pronunciar. En el matrimonio siempre, o el marido o la mujer siempre tienen alguna equivocación. Saber reconocerla y pedir disculpas, pedir perdón, hace mucho bien.
Hay jóvenes familias, recién casados, muchos están casados, otros están por casarse. Recuerden estas tres palabras que ayudarán tanto a la vida matrimonial: permiso, gracias, perdón. Repitámoslas juntos: permiso, gracias, perdón. Más fuerte, todos: permiso, gracias, perdón.
Bueno, todo esto es muy lindo, es muy lindo decirlo en la vida matrimonial, pero siempre hay en la vida matrimonial problemas o discusiones. Es habitual y sucede que el esposo y la esposa discuten, alcen la voz, se peleen.
Y que a veces vuelen los platos (risas), pero no se asusten cuando sucede esto, les doy un consejo, nunca terminen el día sin hacer la paz.
¿Y saben por qué? Porque la guerra fría al día siguiente es muy peligrosa. ‘¿Y como tengo que hacer Padre, para hacer la paz?’ Puede preguntar alguno de ustedes. No hace falta un discurso, basta un gesto (El Papa se toca la cara dos veces y lo repite), y se acabó, ya está hecha la paz. Cuando hay amor un gesto arregla todo.
Los invito antes de recibir la bendición, a rezar por todas las familias aquí presentes, por los recién casados, por los casados de hace tiempo y que conocen todo esto que ya les dije, y por los que se van a casar.
Que los bendiga Dios omnipotente, Padre, Hijo y Espíritu Santo. Y recen por mí, de verdad recen por mí.
Fuente: AciPrensa 28-07-2016 / Publicado por: O.Revette 26-10-2018

Un consejo práctico del Papa Francisco para lograr la paz en familia y vencer al diablo




En la Misa que presidió esta mañana en la capilla de la Casa Santa Marta en el Vaticano, el Papa Francisco ofreció un práctico consejo para vencer al diablo y lograr la paz en todo el mundo, comenzando por las familias.
Según informa Vatican News, el Papa meditó en un pasaje de la Carta de San Pablo a los Efesios, en el que el Apóstol propone este consejo práctico: “‘soportarse en la vida en el amor’. Soportarse los unos a los otros. No es fácil porque siempre aparece el juicio, la condena, que lleva a la separación, a la distancia”.
Esto es necesario especialmente en la familia porque cuando la condena o la separación ocurre entre parientes “el diablo está feliz” porque esto es “el inicio de la guerra”.
Para vencer al demonio y lograr la paz es necesario entonces “soportarse” porque “todos damos motivos para el fastidio, la impaciencia, porque todos nosotros somos pecadores, todos tenemos nuestros defectos”.
Francisco dijo asimismo que para ser capaces de soportarse unos a otros, Jesús anima a “ponerse de acuerdo al inicio, hacer la paz al inicio: esta es la humildad, esta es la dulzura, esta es la magnanimidad. Se puede construir la paz en el mundo entero con estas pequeñas cosas, porque estas actitudes son las actitudes de Jesús: humilde, sencillo, perdona todo”.
“Para lograr la paz, la unidad entre nosotros, ‘humildad, dulzura – estamos acostumbrados a insultarnos, a gritarnos… dulzura y magnanimidad’. Deja perder pero abre el corazón. ¿Se puede hacer la paz en el mundo con estas tres cosas pequeñas? Sí, es el camino. ¿Se puede llegar a la unidad? Sí, ese es el camino: ‘unidad, dulzura y magnanimidad’”.
Hoy en día, lamentó el Pontífice, “estamos acostumbrados a respirar el aire de los conflictos” uno “detrás del otro”, a ver las guerras y a “no tener paz ni unidad”, algo que se agrava con “la carrera armamentista, la preparación para la guerra, la destrucción”.
“Incluso las instituciones mundiales –lo vemos hoy– creadas con la mejor voluntad de ayudar a la unidad de la humanidad y la paz, se sienten incapaces de encontrar un acuerdo: que hay un veto aquí, un interés allá. Es fatigoso encontrar los acuerdos de paz. Y mientras tanto los niños no tienen qué comer, no van al colegio, no son educados, no están en los hospitales porque la guerra destruye todo”, explicó el Santo Padre.
“Hay una tendencia nuestra a la destrucción, a la guerra, a la desunión. Es la tendencia que siembra en el corazón el enemigo, el destructor de la humanidad: el diablo. Pablo, en este aspecto, nos enseña el camino hacia la unidad. Él nos dice: ‘La unidad está cubierta, está blindada –podemos decir– con el vínculo de la paz’. La paz lleva a la unidad”.
Para concluir, Francisco destacó que “el mundo de hoy necesita paz, nosotros necesitamos paz. Comencemos en casa a practicar estas cosas sencillas: magnanimidad, dulzura, humildad. Sigamos adelante en este camino: de hacer siempre la unidad, consolidarla. Que el Señor nos ayude”.
Fuente: AciPrensa 26-10-2018 / Publicado por: O.Revette 

II Asamblea Nacional 2018 de Pastoral Familiar de Venezuela


Directores y asesores representación de 21 Diócesis


Pastoral Familiar de Venezuela realizó II Asamblea Nacional de Directores y asesores 2018.

Del 27 al 30 de Septiembre de 2018 se realizó la Asamblea Nacional de Pastoral Familiar, en la Casa Ibarra sede de la Conferencia Episcopal Venezolana, con la participación de 65 personas en representación de 21 Diócesis.

Indicó la Sra. Miriam de Santana, responsable del Departamento de Familia que el “objetivo de esta asamblea del mes de septiembre, es la formación, propiciar un espacio donde se puedan desarrollar estrategias y recibir contenidos que servirán para el desarrollo de los temas en las diversas Diócesis específicamente de la Campaña Abrazo en Familia. Al año se realizan dos asambleas, en enero que es un encuentro más de cercanía y dialogo, de conocimiento sobre el trabajo realizado en las Diócesis y de organizar tareas a nivel provincial. En la de septiembre, se presenta la Campaña Abrazo en familia para el año 2018-2019.

Durante la presentación de la Campaña Abrazo en Familia se dan a conocer los recursos que servirán para su realización en todo el país. Estos constan de afiche, guía del facilitador, hoja del niño, itinerario educativo, micros de la familia y de la vida, y otros contenidos.

El lema de la Campaña 
Abrazo en Familia 2018 es:
“LA FAMILIA, 
LUGAR DE ALEGRÍA Y ESPERANZA”
con 5 temas titulados:
1.- La Familia, Cuna de la Esperanza
2.- La Caridad, Alma de la Vida en Familia
3.- Aprender a vivir las crisis en Familia
4, Estrategias para el Buen Uso de la Comunicación
 5.-Familias en Migración.

Afiche Abrazo en Familia 2018

La asamblea de Pastoral Familiar contó con la participación de 05 ponentes, el Pbro. Gerardo Salas, Sub-secretario de la CEV, el Lcdo. Edgar Rodríguez, Mons. Benito Méndez, la Lcda. Stefan Aguza y el Director Ejecutivo del Departamento de Pastoral Familiar el Pbro. Juan Lara. cuyos Sus presentaciones fueron realizadas en el ámbito de los temas de Abrazo en Familia 2018, dejando en los participantes el reto de llevar esperanza y optimismo a la familia venezolana aun cuando sea contradictorio con la realidad actual.

Para descargar el material del Abrazo en Familia 2018 pueden dirigirse al siguiente link: http://pastoralfamiliar.com.ve/abrazo-familia2018/

La próxima asamblea a realizarse será del 17 al 20 de enero de 2019 en la Diócesis de Carora.

Fuente: Prensa CEV 05 de octubre de 2018
Publicado: O.Revette 06.10.2018 
(Apostolado de Comunicacion y Medios Pastoral Familiar SCB Caricuao)


martes, 2 de octubre de 2018

Los agentes de la Pastoral Familiar


El primer responsable de la pastoral familiar en su Diócesis es el Obispo, que a la Iglesia, una y santa, la hace católica y apostólica. Puesto en el lugar de Cristo Esposo de esa Iglesia particular su Esposa, el Obispo debe ser Padre y Pastor de quienes en su territorio son de Cristo. En esta tarea concreta de la pastoral familiar, debe dedicar sus desvelos y su apoyo personal a las familias agobiadas por tantos problemas en el mundo de hoy; y prestar su interés, su atención, su tiempo y aun los recursos económicos a su alcance, a cuantos ayudan en la salvación de los matrimonios y las familias. Ojalá llegasen a tener el gozo de encontrar realizada una verdadera “familia diocesana” con todas las familias debidamente evangelizadas: la Familia de Dios en la Diócesis que se le ha confiado.

Lo mismo debe considerarse refiriéndonos a los Sacerdotes en su Parroquias, o en la específica pastoral que tienen encomendada, por ejemplo un Colegio. Y también se extiende a los Religiosos o Religiosas dedicados al apostolado, que definitivamente es con familias, bien sean los padres bien sean los hijos, y que siempre es en aporte a la labor del Obispo y de los Párrocos. El apostolado específico con las familias, es una tarea prioritaria y de las más urgentes en la situación actual del mundo a evangelizar para salvarlo en nombre de Jesucristo.

En la construcción de la Familia de Dios en nuestro mundo, Obispos, Párrocos y en general los que se han consagrado en la Iglesia para servir al Evangelio, en todos sus trabajos deben mostrarse “padres” y “hermanos” para ser pastores o maestros de la Familia de Dios en nombre de Cristo. Y deben ayudar a las familias como tales ya desde el testimonio preclaro del amor que ellos viven conforme al mandato y distintivo que nos dejó Jesús. Los Religiosos concretamente, en su consagración a Dios, y en su vida de Comunidad viviendo la “Perfecta Caridad” (FC 74): “de este modo evocan ellos ante todos los fieles aquel maravilloso connubio, fundado por Dios, y que ha de revelarse plenamente en la vida futura, por el que la Iglesia tiene por Esposo a Jesucristo” (Vat. II, Perfectae Caritatis, 12).

Pero todos ellos, en el apostolado familiar, deben contar con matrimonios evangelizados, particulares u organizados en Asociaciones diversas, que vivan el compromiso que tienen en virtud de su Sacramento que los hace miembros del Cuerpo de Cristo, con los que su Iglesia debe salvar al mundo concreto de los matrimonios y de las familias. El haberse unido mediante el sacramento, no significa siempre que sean “matrimonios evangelizados”, ni que estén preparados para ser matrimonios evangelizadores. Lograr que lo sean, es la primera urgencia de la pastoral familiar. La “espiritualidad matrimonial”, de la que estamos tratando, ha de tener como uno de sus elemento fundamentales esta preocupación por la evangelización de todas las familias.

Es importante saber contar también con la ayuda que pueden prestar a las familias y a su apostolado personas especializadas que sean de fiar en la educación y formación de los matrimonios y las familias: médicos, psicólogos, expertos en derecho, consejeros matrimoniales, educadores, asistentes sociales; tanto en sus iniciativas personales como en organizaciones o asociaciones que promueven. Ellos, aunque no fuesen cristianos, realizan una tarea que podemos calificar de “misión eclesial”, por su finalidad y las acciones que promueven, así como por lo que influyen en el bien de la sociedad y de la comunidad cristiana. El apoyo que desde ahí se pueda lograr para las familias y para el mundo, incide en esa labor pastoral que es deber de la Iglesia. Pero de todos modos es cierto que: “el futuro del mundo y de la Iglesia pasa a través de la familia” (FC 75).

Igualmente, todos los agentes de la Pastoral Familiar de la Iglesia, deben valorar los actuales medios de comunicación social; que pueden servir tan eficazmente para educar en lo afectivo, moral, o religioso, pero que también pueden esconder insidias y peligros muy serios de ideas o de ideologías disgregadoras, con visiones deformadas de la vida, de la familia, de la religión, de la moralidad, y de la verdadera dignidad del hombre. No sólo han de usarse esos medios en la tarea de evangelizar; sino que se deben precaver las agresiones que, a través de ellos, sufren las familias y especialmente los niños y jóvenes, y que se han de contrarrestar con una adecuada educación que nunca esté descuidada (FC 76).

Publicado por: O.Revette 02-10-2018

viernes, 31 de agosto de 2018

Misa de las Familias 2018: Iglesia llamada a “salir” para llevar las palabras de vida eterna


Homilía del Papa Francisco en Dublín Irlanda
“Cristo en mí, Cristo detrás de mí, Cristo junto a mí, Cristo debajo de mí, Cristo sobre mí” ha subrayado el Pontífice al final de la homilía, a lo que han seguido los enérgicos aplausos de las familias irlandesas congregadas en la capital del país, este domingo, 26 de agosto de 2018.
Duras enseñanzas de Jesús
Más adelante, el Papa Francisco ha matizado a qué se refiere con las “duras enseñanzas de Jesús”: Qué difícil es perdonar siempre a quienes nos hieren. Qué desafiante es acoger siempre al emigrante y al extranjero. Qué doloroso es soportar la desilusión, el rechazo o la traición. Qué incómodo es proteger los derechos de los más frágiles, de los que aún no han nacido o de los más ancianos, que parece que obstaculizan nuestro sentido de libertad.
Sin embargo, es justamente en esas circunstancias en las que el Señor nos pregunta: «¿También vosotros os queréis marchar?», ha citado. “Cada cristiano es enviado para ser un misionero, un ‘discípulo misionero'”, exhorta Francisco.
Compartir la alegría del Evangelio
“Con la alegría y la fuerza conferida por el Espíritu Santo, digámosle con confianza: ‘Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna'”, ha concluido.
Y en ese sentido, el Santo Padre Francisco ha recordado que toda la Iglesia “en su conjunto” está llamada a “salir” para llevar las palabras de vida eterna a las “periferias del mundo”.
Así, he manifestado su deseo que la celebración de hoy pueda “confirmar a cada uno de vosotros, padres y abuelos, niños y jóvenes, hombres y mujeres, religiosos y religiosas, contemplativos y misioneros, diáconos y sacerdotes, para compartir la alegría del Evangelio”.
Desafíos
Los desafíos que los cristianos de hoy tienen delante –ha explicado– no son, a su manera, más difíciles de los que debieron afrontar los primeros misioneros irlandeses, mencionando a san Columbano y sus compañeros.
Naturalmente, “siempre habrá personas que se opondrán a la Buena Noticia”, que “murmurarán” contra sus “palabras duras” –ha advertido el Papa–, pero, como san Columbano y sus compañeros, que afrontaron aguas congeladas y mares tempestuosos para seguir a Jesús, “no nos dejemos influenciar o desanimar jamás ante la mirada fría de la indiferencia o los vientos borrascosos de la hostilidad”.
A continuación, ofrecemos la homilía del Papa Francisco en la Misa, traducida por la Oficina de Prensa de la Santa Sede:
***
Homilía del Papa Francisco
«Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). 
En la conclusión de este Encuentro Mundial de las Familias, nos reunimos como familia alrededor de la mesa del Señor. Agradecemos al Señor por tantas bendiciones que ha derramado en nuestras familias. Queremos comprometernos a vivir plenamente nuestra vocación para ser, según las conmovedoras palabras de santa Teresa del Niño Jesús, «el amor en el corazón de la Iglesia». 
En este momento maravilloso de comunión entre nosotros y con el Señor, es bueno que nos detengamos un momento para considerar la fuente de todo lo bueno que hemos recibido. En el Evangelio de hoy, Jesús revela el origen de estas bendiciones cuando habla a sus discípulos. Muchos de ellos estaban desolados, confusos y también enfadados, debatiendo sobre aceptar o no sus “palabras duras”, tan contrarias a la sabiduría de este mundo. Como respuesta, el Señor les dice directamente: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida» (Jn 6,63). 
Estas palabras, con su promesa del don del Espíritu Santo, rebosan de vida para nosotros que las acogemos desde la fe. Ellas indican la fuente última de todo el bien que hemos experimentado y celebrado aquí en estos días: el Espíritu de Dios, que sopla constantemente vida nueva en el mundo, en los corazones, en las familias, en los hogares y en las parroquias. Cada nuevo día en la vida de nuestras familias y cada nueva generación trae consigo la promesa de un nuevo Pentecostés, un Pentecostés doméstico, una nueva efusión del Espíritu, el Paráclito, que Jesús nos envía como nuestro Abogado, nuestro Consolador y quien verdaderamente nos da valentía. 
Cuánta necesidad tiene el mundo de este aliento que es don y promesa de Dios. Como uno de los frutos de esta celebración de la vida familiar, que podáis regresar a vuestros hogares y convertiros en fuente de ánimo para los demás, para compartir con ellos “las palabras de vida eterna” de Jesús. Vuestras familias son un lugar privilegiado y un importante medio para difundir esas palabras como “buena noticia” para todos, especialmente para aquellos que desean dejar el desierto y la “casa de esclavitud” (cf. Jos 24,17) para ir hacia la tierra prometida de la esperanza y de la libertad. 
En la segunda lectura de hoy, san Pablo nos dice que el matrimonio es una participación en el misterio de la fidelidad eterna de Cristo a su esposa, la Iglesia (cf. Ef 5,32). Pero esta enseñanza, aunque magnífica, tal vez pueda parecer a alguno una “palabra dura”. Porque vivir en el amor, como Cristo nos ha amado (cf. Ef 5,2), supone la imitación de su propio sacrificio, implica morir a nosotros mismos para renacer a un amor más grande y duradero. Solo ese amor puede salvar el mundo de la esclavitud del pecado, del egoísmo, de la codicia y de la indiferencia hacia las necesidades de los menos afortunados. Este es el amor que hemos conocido en Jesucristo, que es encarnado en nuestro mundo por medio de una familia y que a través del testimonio de las familias cristianas tiene el poder, en cada generación, de derribar las barreras para reconciliar al mundo con Dios y hacer de nosotros lo que desde siempre estamos destinados a ser: una única familia humana que vive junta en la justicia, la santidad y la paz. 
La tarea de dar testimonio de esta Buena Noticia no es fácil. Sin embargo, los desafíos que los cristianos de hoy tienen delante no son, a su manera, más difíciles de los que debieron afrontar los primeros misioneros irlandeses. Pienso en san Columbano, que con su pequeño grupo de compañeros llevó la luz del Evangelio a las tierras europeas en una época de oscuridad y decadencia cultural. Su extraordinario éxito misionero no estaba basado en métodos tácticos o planes estratégicos, sino en una humilde y liberadora docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo. Su testimonio cotidiano de fidelidad a Cristo y entre ellos fue lo que conquistó los corazones que deseaban ardientemente una palabra de gracia y lo que contribuyó al nacimiento de la cultura europea. Ese testimonio permanece como una fuente perenne de renovación espiritual y misionera para el pueblo santo y fiel de Dios.
Naturalmente, siempre habrá personas que se opondrán a la Buena Noticia, que “murmurarán” contra sus “palabras duras”. Pero, como san Columbano y sus compañeros, que afrontaron aguas congeladas y mares tempestuosos para seguir a Jesús, no nos dejemos influenciar o desanimar jamás ante la mirada fría de la indiferencia o los vientos borrascosos de la hostilidad. 
Incluso, reconozcamos humildemente que, si somos honestos con nosotros mismos, también nosotros podemos encontrar duras las enseñanzas de Jesús. Qué difícil es perdonar siempre a quienes nos hieren. Qué desafiante es acoger siempre al emigrante y al extranjero. Qué doloroso es soportar la desilusión, el rechazo o la traición. Qué incómodo es proteger los derechos de los más frágiles, de los que aún no han nacido o de los más ancianos, que parece que obstaculizan nuestro sentido de libertad. 
Sin embargo, es justamente en esas circunstancias en las que el Señor nos pregunta: «¿También vosotros os queréis marchar?» (Jn 6,67). Con la fuerza del Espíritu que nos anima y con el Señor siempre a nuestro lado, podemos responder: «Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (v. 69). Con el pueblo de Israel, podemos repetir: «También nosotros serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!» (Jos24,18). 
Con los sacramentos del bautismo y de la confirmación, cada cristiano es enviado para ser un misionero, un “discípulo misionero” (cf. Evangelii gaudium, 120). Toda la Iglesia en su conjunto está llamada a “salir” para llevar las palabras de vida eterna a las periferias del mundo. Que nuestra celebración de hoy pueda confirmar a cada uno de vosotros, padres y abuelos, niños y jóvenes, hombres y mujeres, religiosos y religiosas, contemplativos y misioneros, diáconos y sacerdotes, para compartir la alegría del Evangelio. Que podáis compartir el Evangelio de la familia como alegría para el mundo. 
Mientras nos disponemos a reemprender cada uno su propio camino, renovemos nuestra fidelidad al Señor y a la vocación a la que nos ha llamado. Haciendo nuestra la oración de san Patricio, repitamos con alegría: «Cristo en mí, Cristo detrás de mí, Cristo junto a mí, Cristo debajo de mí, Cristo sobre mí». (Aplausos al Papa) Con la alegría y la fuerza conferida por el Espíritu Santo, digámosle con confianza: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68). (Aplausos).
Fuente: Zenit web / Publicado por: O.Revette 31.08.2018

martes, 28 de agosto de 2018

Homilía del Papa Francisco en la Misa de clausura del Encuentro Mundial de las Familias 2018


El Papa Francisco señaló que es posible que ante las palabras duras de Jesús se encuentren resistencias a aceptar su enseñanza.
“Qué difícil es perdonar siempre a quienes nos hieren. Qué desafiante es acoger siempre al emigrante y al extranjero. Qué doloroso es soportar la desilusión, el rechazo o la traición. Qué incómodo es proteger los derechos de los más frágiles, de los que aún no han nacido o de los más ancianos, que parece que obstaculizan nuestro sentido de libertad”.
Ante esa situación, el Santo Padre propuso repetir las mismas palabras del pueblo de Israel: “También nosotros serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!”.
A continuación, el texto completo de la homilía del Papa Francisco:
«Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68).
En la conclusión de este Encuentro Mundial de las Familias 2018 Dublin Irlanda, nos reunimos como familia alrededor de la mesa del Señor. Agradecemos al Señor por tantas bendiciones que ha derramado en nuestras familias.
Queremos comprometernos a vivir plenamente nuestra vocación para ser, según las conmovedoras palabras de santa Teresa del Niño Jesús, «el amor en el corazón de la Iglesia».
En este momento maravilloso de comunión entre nosotros y con el Señor, es bueno que nos detengamos un momento para considerar la fuente de todo lo bueno que hemos recibido. En el Evangelio de hoy, Jesús revela el origen de estas bendiciones cuando habla a sus discípulos. Muchos de ellos estaban desolados, confusos y también enfadados, debatiendo sobre aceptar o no sus “palabras duras”, tan contrarias a la sabiduría de este mundo. Como respuesta, el Señor les dice directamente: «Las palabras que os he dicho son espíritu y vida» (Jn 6,63).
Estas palabras, con su promesa del don del Espíritu Santo, rebosan de vida para nosotros que las acogemos desde la fe. Ellas indican la fuente última de todo el bien que hemos experimentado y celebrado aquí en estos días: el Espíritu de Dios, que sopla constantemente vida nueva en el mundo, en los corazones, en las familias, en los hogares y en las parroquias. Cada nuevo día en la vida de nuestras familias y cada nueva generación trae consigo la promesa de un nuevo Pentecostés, un Pentecostés doméstico, una nueva efusión del Espíritu, el Paráclito, que Jesús nos envía como nuestro Abogado, nuestro Consolador y quien verdaderamente nos da valentía.
Cuánta necesidad tiene el mundo de este aliento que es don y promesa de Dios. Como uno de los frutos de esta celebración de la vida familiar, que podáis regresar a vuestros hogares y convertiros en fuente de ánimo para los demás, para compartir con ellos “las palabras de vida eterna” de Jesús. Vuestras familias son un lugar privilegiado y un importante medio para difundir esas palabras como “buena noticia” para todos, especialmente para aquellos que desean dejar el desierto y la “casa de esclavitud” (cf. Jos 24,17) para ir hacia la tierra prometida de la esperanza y de la libertad.
En la segunda lectura de hoy, san Pablo nos dice que el matrimonio es una participación en el misterio de la fidelidad eterna de Cristo a su esposa, la Iglesia (cf. Ef 5,32). Pero esta enseñanza, aunque magnífica, tal vez pueda parecer a alguno una “palabra dura”. Porque vivir en el amor, como Cristo nos ha amado (cf. Ef 5,2), supone la imitación de su propio sacrificio, implica morir a nosotros mismos para renacer a un amor más grande y duradero. Solo ese amor puede salvar el mundo de la esclavitud del pecado, del egoísmo, de la codicia y de la indiferencia hacia las necesidades de los menos afortunados. Este es el amor que hemos conocido en Jesucristo, que se ha encarnado en nuestro mundo por medio de una familia y que a través del testimonio de las familias cristianas tiene el poder, en cada generación, de derribar las barreras para reconciliar al mundo con Dios y hacer de nosotros lo que desde siempre estamos destinados a ser: una única familia humana que vive junta en la justicia, la santidad y la paz.
La tarea de dar testimonio de esta Buena Noticia no es fácil. Sin embargo, los desafíos que los cristianos de hoy tienen delante no son, a su manera, más difíciles de los que debieron afrontar los primeros misioneros irlandeses. Pienso en san Columbano, que con su pequeño grupo de compañeros llevó la luz del Evangelio a las tierras europeas en una época de oscuridad y decadencia cultural. Su extraordinario éxito misionero no estaba basado en métodos tácticos o planes estratégicos, sino en una humilde y liberadora docilidad a las inspiraciones del Espíritu Santo. Su testimonio cotidiano de fidelidad a Cristo y entre ellos fue lo que conquistó los corazones que deseaban ardientemente una palabra de gracia y lo que contribuyó al nacimiento de la cultura europea. Ese testimonio permanece como una fuente perenne de renovación espiritual y misionera para el pueblo santo y fiel de Dios.
Naturalmente, siempre habrá personas que se opondrán a la Buena Noticia, que “murmurarán” contra sus “palabras duras”. Pero, como san Columbano y sus compañeros, que afrontaron aguas congeladas y mares tempestuosos para seguir a Jesús, no nos dejemos influenciar o desanimar jamás ante la mirada fría de la indiferencia o los vientos borrascosos de la hostilidad.
Incluso, reconozcamos humildemente que, si somos honestos con nosotros mismos, también nosotros podemos encontrar duras las enseñanzas de Jesús. Qué difícil es perdonar siempre a quienes nos hieren. Qué desafiante es acoger siempre al emigrante y al extranjero. Qué doloroso es soportar la desilusión, el rechazo o la traición. Qué incómodo es proteger los derechos de los más frágiles, de los que aún no han nacido o de los más ancianos, que parece que obstaculizan nuestro sentido de libertad.
Sin embargo, es justamente en esas circunstancias en las que el Señor nos pregunta: «¿También vosotros os queréis marchar?» (Jn 6,67). Con la fuerza del Espíritu que nos anima y con el Señor siempre a nuestro lado, podemos responder: «Nosotros creemos y sabemos que tú eres el Santo de Dios» (v. 69).
Con el pueblo de Israel, podemos repetir: «También nosotros serviremos al Señor, ¡porque él es nuestro Dios!» (Jos 24,18).
Con los sacramentos del bautismo y de la confirmación, cada cristiano es enviado para ser un misionero, un “discípulo misionero” (cf. Evangelii gaudium, 120). Toda la Iglesia en su conjunto está llamada a “salir” para llevar las palabras de vida eterna a las periferias del mundo. Que nuestra celebración de hoy pueda confirmar a cada uno de vosotros, padres y abuelos, niños y jóvenes, hombres y mujeres, religiosos y religiosas, contemplativos y misioneros, diáconos y sacerdotes, para compartir la alegría del Evangelio. Que podáis compartir el Evangelio de la familia como alegría para el mundo.
Mientras nos disponemos a reemprender cada uno su propio camino, renovemos nuestra fidelidad al Señor y a la vocación a la que nos ha llamado. Haciendo nuestra la oración de san Patricio, repitamos con alegría: «Cristo en mí, Cristo detrás de mí, Cristo junto a mí, Cristo debajo de mí, Cristo sobre mí».
Con la alegría y la fuerza conferida por el Espíritu Santo, digámosle con confianza: «Señor, ¿a quién vamos a acudir? Tú tienes palabras de vida eterna» (Jn 6,68).
Fuente: AciPrensa 26-08-2018 / Publicado por: O.Revette 28-08-2018
Homilía del #PapaFrancisco en la Misa de clausura del 
Encuentro Mundial de las Familias 2018 Dublin Irlanda

miércoles, 1 de agosto de 2018

Por la carrera y el éxito se sacrifican a los hijos y no se tienen, denuncia el Papa Francisco

El Papa bendice a un niño a su llegada al Aula Pablo VI. 
Foto: Daniel Ibáñez / ACI Prensa


El Papa Francisco alertó sobre los ídolos del mundo en una nueva catequesis en la Audiencia General de este miércoles 01.08.2018, en la que criticó que algunos sacrifiquen a los hijos descuidándolos o no teniéndolos por su carrera profesional o para alcanzar mayor éxito.
Al hablar de los peligros de la idolatría, Francisco recordó que “en la antigüedad” se les “hacían sacrificios humanos”, pero afirmó que también en la actualidad ocurre de alguna forma.
“Por la carrera se sacrifican los hijos, descuidándolos, o simplemente no teniéndolos; la belleza requiere sacrificios humanos; la fama pide la inmolación de sí mismo, de la propia inocencia y autenticidad”.
“¡Cuántas horas delante del espejo!”, exclamó. “Algunas personas, algunas mujeres, ¿cuánto tiempo tardan en maquillarse? También esta es una idolatría. No es malo maquillarse, pero de forma normal, no para convertirse en una diosa”.
“Los ídolos piden sangre. El dinero roba la vida y el placer lleva a la soledad. Las estructuras económicas sacrifican vidas humanas para fines mayores. Pensemos en tanta gente son trabajo. ¿Por qué? Porque a veces sucede que los emprendedores de una empresa han decidido despedir a la gente para ganar más dinero. El ídolo del dinero. Se vive en la hipocresía, haciendo y diciendo lo que los otros se esperan, porque el dios de la propia afirmación lo impone”.
“Se estropean vidas, se destruyen familias y se abandonan a los jóvenes en manos de modelos destructivos”, denunció también.
“También la droga es un ídolo. Cuántos jóvenes arruinan su salud, pierden la vida, adorando a este ídolo de la droga”, dijo Francisco.
Fuente: AciPrensa 01.08.2018 / Publicado por: O.Revette